La escultura de Nurit Birnbaum sale a la luz pública en la década pasada, es decir, cuando esta en pleno auge las tendencias mundiales del multiculturismo, el arte de las minorías étnicas y la pugnacidad feminista de revisar, desde el presente, la historia de la plástica occidental. Si Birbaum en vez de ser blanca, venezolana y hebrea, simplemente fuera negra, no pocos críticos norteamericanos incluirían sus obras en esas tres vertientes posmodernas y, seguramente podría ser expuestas con éxito, en el Studio Museum de Harlem y en el Museo Nacional para la Mujer en Arte, de Washington, y ser bienvenida en el pluriculturismo de una ciudad como Los Angeles, por ejemplo, con su Country Museum.

Birnbaum sabe que esas opciones que aparentemente establecen diferencias para enriquecer la cultura, no son sino astutas coartadas de la indetenible globalización que necesita- y esta en vías de lograrlo- la absoluta uniformidad de la producción y del gusto del consumidor para alcanzar así el pensamiento único. La inteligencia de Birnbaum, la fisonomía y la intensidad de sus piezas propician una aproximación sociológica e iconografía y no estética. Este termino sólo significa hoy en día- desde que el expresionismo acabo con la categoría de la belleza -, sólo la percepción placentera de algún estímulo, no necesariamente artístico: y las obras de Birnbaum apenas juegan y oscilan con el hedonismo del espectador en cuanto a la doblez significativa de las imágenes.
Esas negras representadas en bronce, con buenas técnica, dejan entrever en la agresividad de sus expresiones y posturas, que no han sido observadas y registradas por el ojo de una persona igual a ellas desde el punto de vista social, sino que la artista posee una amplitud de miras que la llevan a la parodia y la etimología griega "camino paralelo" y, después, con el correr de los siglos al significado de un discurso que habla de otro discurso para desvirtuarlo por medio de la exageración. El arte de Birbaum es una bien lograda parodia con hábiles y desenfrenados conceptos propios y un neonaturalismo donde esas mujeres son libres por haberles sido suprimidas la responsabilidad social, por estar situadas en el basto estrato demográfico tercermundista, el borde mismo de la provocación y de la transgresión. Sus gestos y sus posturas tienen mal humor, la altivez y la amenaza de quienes no pueden ni quieren asumir más la normativa moral de una burguesía que ha ido perdiendo el poder velozmente en todo el mundo especialmente en Venezuela cediéndolo a la voraz mundialización de la economía y la política, en primer término, para luego controlar y uniformar a los demás.


Pero la parodia no solo es sobre la existencia real de esas mujeres sino a cerca de cómo ellas han sido idealizadas en la escultura venezolana por el nativismo de un Narváez y la estilización de un Zitman, ambos con piezas de inigualable valor y que muestran una indolente satisfacción de ser hembras tropicales lo cual ya no parece bastar para ser felíz.

Las esculturas aquí presentes, valen por su coherencia pero sobre todo por el campo semántico donde cada curva corporal, cada expresión destemplada, son parte de una tragicomedia popular, de una simulación de ese otro país que nos circunda y todavía no está conciente de la globalización, multiculturismo, etnocentrismo y feminismo y que sin embargo, se le está infiltrando en cada programa televisivo y en cada propaganda de las vallas publicitarias urbanas.

CARLOS SILVA, Ex-Director Museo de Bellas Artes de Caracas Escritor.

Nurit Birnbaum at Galeria Acquavella Caracas / New York